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La experiencia del silencio. Una vivencia enriquecedora

 

Los días 20, 21 y 22 de marzo pernoctamos en el Monasterio de El Paular, situado en el Valle de Lozoya en el pueblo de Rascafría (Segovia), un grupo de diecisiete personas  pertenecientes a distintas parroquias del barrio. Hemos compartido unos días de recogimiento y fortalecimiento en la fe, conviviendo y participando en los rezos de los monjes benedictinos de este Real Monasterio. Las charlas para la reflexión-meditación EL SILENCIO DE DIOS  fueron conducidas  por nuestro sacerdote Jose Alfredo.

La necesidad del silencio

Con las palabras que San Benito de Nursia (siglo VI ora et labora) fundador de la Orden de los Benedictinos en las que se refería a las bondades del silencio y la necesidad del silencio para entablar el diálogo con Dios –‘al discípulo le corresponde callar y escuchar a Dios’- sirvieron de presentación para orientar por dónde debíamos dirigir nuestras meditaciones  y oraciones y, cómo hacerlo, con el esfuerzo de vivir la experiencia personal de permanecer en silencio y el de favorecer igualmente, el de los demás…

Refería Jose Alfredo como muchas veces demandamos a Dios que ‘nos hable, diga qué hacer ante determinadas situaciones, acontecimientos’ y, como ante su silencio, por no recibir la respuesta  ‘a la carta’, tambalea nuestra fe, dudamos, no entendemos su silencio ante las desgracias, las injusticias, violencia… incluso se llega a cuestionar ‘si de verdad hay Dios’, como en el pasaje bíblico: “… si eres Dios, baja de la cruz”.

El reto estaba servido: ¿ Por qué Dios se calla?

El punto de partida que ofrecía nuestro sacerdote era el de examinar, analizar en profundidad los silencios de Dios en nuestras vidas  a lo largo de nuestra existencia, en los distintos momentos por los que hemos ido pasando. Señaló los altibajos por los que se atraviesa en la vida de fe; diferenció cinco etapas en nuestra relación de acercamiento y alejamiento de Dios. En los inicios, de niños –decía- ‘la figura de Dios es muy cercana, paternal, generosa, ‘Dios Padre nos ama, nos protege, no nos abandona’ y,  ‘la Iglesia como Comunidad de acogida, nos acerca a Dios’. Jesús hablaba de ‘ser como niños…’ Los textos recomendados para meditar cómo fue la experiencia de fe en nuestra infancia fueron: Deuteronomio 7 – 9; II Samuel 22, 3-4; Salmo 143; Salmo 91; Juan 10, 27-29 y Salmo 26.

La 2ª etapa se corresponde con la juventud, período de la rebeldía y el rechazo de la autoridad en general y rechazo a la autoridad de Dios que ‘restringe mi libertad’, ‘prohíbe’… Y la fe –comentaba- desciende, la Ciencia, la tecnología, explica, experimenta, da razones… -subrayó- como la fe no se puede demostrar como un experimento científico y refirió lo dicho por el Papa Benedicto XVI: “la fe es un encuentro con Dios que cambia nuestra existencia”. Y en esta  2ª etapa la recomendación dada era: comparar la figura de Dios en la juventud frente a la fe, reproches hechos a Dios. Y los textos para trabajar. Éxodo 32, 1-25; S. Mateo 19, 15-22.

La actividad consistía en comparar la figura de Dios que teníamos de niños y después en la juventud y recordar a quiénes nos hablaban de Dios y cómo lo hacían. Pero esta etapa –señalaba-  ‘de duda de la existencia de Dios’, ‘de reproche ante las realidades que se dan’ llevan a la siguiente etapa, en la que de nuevo se asciende en la relación con la existencia de Dios –decía- que se alcanza cuando  tenemos cierta madurez en nuestra fe y ya lo vivido, experimentado, el hecho de reconocer nuestra limitación humana y al tener que responder a las situaciones que la vida nos presenta, necesitamos, deseamos y buscamos que Dios nos responda, nos hable, nos muestre el camino a seguir, surge otra vez ‘la consciencia de Dios, la existencia de Dios’ en nuestras vidas y acudimos a ÉL con el deseo de que Dios nos hable y, surge la desesperanza ante el aparente silencio de Dios cuando aparecen situaciones ‘duras’ y, ahí –insistía- en el silencio también hay un mensaje y para poder ‘escuchar’ el mensaje que viene desde el silencio de Dios, se precisa de la actitud de calma, de tranquilidad, propia de la madurez adquirida y de estar sin ruidos externos para poder entender, comprender y encontrarle sentido al silencio de Dios y confiar en ÉL. Y, comentaba como en esta fase adulta, podemos  ‘tener experiencias como niños’ de encontrarnos con Dios y/o también pueden darse  ‘experiencias de jóvenes’ frente al silencio de Dios y aparecen la rebeldía, el no querer aceptar lo que Dios nos está mostrando, y, entonces, después de esta 3ª etapa, viene otro ‘bajón’, se alternan momentos que subimos con mucha fuerza y bajamos en otros y, desde este  tercer momento es de ‘un anhelo ‘ de escuchar lo que Dios quiere hacer con nosotros. Y es aquí en la 4ª etapa: el deseo de que Dios exista, dispone nuestra alma para abrirnos a lo religioso, a la fe y, cuando vivimos ‘situaciones difíciles’ ‘desgracias’ volvemos a Dios y le pedimos que nos ayude. Pasamos de la 3ª a la 4ª etapa: creemos, confiamos, acudimos a Dios en los momentos difíciles y lo hacemos con la confianza que nos da pensar en Dios porque es un Padre, un Padre Justo y, por ello le pedimos que intervenga y resuelva nuestros problemas y, si no actúa conforme a lo que le pido… la fe flaquea, si la relación con Dios se entiende como ‘Dios títere’, entonces el silencio de Dios nos produce una amarga frustración, nos sentimos engañados porque Dios no nos responde… Y el mundo se posiciona: Sí a Dios o, no a Dios, el mundo vinculado a Dios o un mundo desvinculado de Dios. Y, por último, se presenta la 5ª etapa: Apreciamos, no damos cuenta del gran don que Dios nos ha regalado, la libertad, que Dios nos ha hecho libres y entendemos que Dios no tiene que venir a resolvernos los problemas, que Dios no es el ‘culpable’ de las situaciones que podemos vivir, sino que  hay una opción que yo puedo tomar: un mundo con Dios o un mundo sin Dios; el optar por una o por otra opción dará la respuesta ante las realidades, situaciones, dificultades, dolor, sufrimiento, es la voz de Dios desde el silencio. Fijémonos en la Cruz de Cristo, que no es un signo masoquista, no era fracaso, abandono, por el contrario, es un signo de salvación, la Cruz de Cristo representa la esperanza de la Resurrección. Y en este tramo, no necesito que me hable porque siento la compañía de Dios, aprendo a vivir en Compañía con Dios. El optar por la opción de sí a Dios, da esperanza, confianza de Dios que nos acompaña y ayuda a enfrentar con mayor fuerza lo que podamos vivir. Con la Semana Santa se celebra la pasión, muerte y Resurrección –recuerda- el Triduo Pascual, ‘nos hace entender : “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo…” que es muestra de amor, de servicio.

Para meditar propone los salmos 3, 12, 27 y 63 relacionados con la 1ª etapa.

Preguntas a contestar respecto a la 3ª etapa:

¿Cuáles han sido los momentos de nuestras vidas en las que hemos sentido más necesidad de Dios?

¿Si las dificultades vividas han servido para acercarnos o alejarnos de Dios?

Recordar los momentos ‘fijos’ que nos han ayudado más a madurar la fe.

Para la 4ª fase: Hacernos la pregunta ¿si en algún momento o por alguna circunstancia dudamos de la existencia de Dios? O  ¿Si pensamos que sería mejor que Dios no existiera y arreglándonos solos? Textos a leer: Juan 21, 1-14, Jn4, 46-54, Mt 15, 22-27

Pasadas las fluctuaciones por las que atraviesa nuestra fe, nuestra relación con Dios , llega el momento de entender cómo es la presencia de Dios en mi vida –señalaba- ‘ya purifico mi relación con Dios’ de aquellas actitudes infantiles, rebeldes, de duda…, por el contrario, empieza una actitud verdaderamente ‘ascendente’: percibo el valor de la libertad con la que Dios nos ha dotado, asumo lo vivido, ‘soy el responsable de mis decisiones, de lo que hago, de lo que pienso’, en definitiva, adquiero mayor consciencia de mi libertad, de la capacidad de decidir, soy capaz de comprender que soy también constructor de mi destino, no soy un objeto de azar y tampoco soy un títere al que Dios tiene que ir moviendo los hilos, sino que soy consciente de que yo también puedo decidir, puedo y debo tomar opciones, asumir responsabilidades…Descubrimos que al ser dotados de inteligencia, de libertad, del acto de amor de Dios que me ama y confía en mí –‘todo está hecho para ti- (Génesis, el hombre hecho a imagen y semejanza de Dios, le confía su obra: …”dominar la tierra, trabajarla…  tenemos la responsabilidad de cuidarla, ser responsable de la Creación, ‘me nombra administrador’ ser ‘el dueño de la viña’) Y porque somos libres, somos responsables, debemos ‘obrar según Dios’ , las propuestas de Dios (los mandamientos) Dios respeta nuestra autonomía, nuestra capacidad de decisión. Y hemos de asumir la responsabilidad que conlleva, la posibilidad de equivocarme; de lo contrario, es más fácil echar la culpa al otro, ¡Dios no dice nada, la culpa es de Dios! –puntualiza- Dios hace su parte y a mí, me corresponde la otra. Dios no se impone, Dios no obliga, no se mete a arreglarnos la vida y, es por ello, que parece que guarda silencio, pero no es así –alude- al ejemplo de cómo aprendemos a caminar o a ir en bicicleta –las caídas-. Dios nos creó libres, con capacidad para optar y desde la fe Dios me ha propuesto ser cristiano, con el modelo de Cristo. Ser cristiano significa un estilo de vida, una realidad de existencia, una forma de ser diferente. Y, si Dios nos ha hecho libres, cabe preguntarnos ¿por qué nos ha dado el don de la libertad? Y la respuesta es, porque el encuentro , el diálogo con Dios sólo es posible entre seres libres.

En esta 5ª etapa: ‘Dios Padre’, estamos en ascenso. Mi opción de cristiano en el ejercicio de mi libertad, es la de Cristo : ‘Nadie me quita la vida, es mi opción de darla para la salvación por  AMOR que no es pasividad ni cobardía, al contrario, el amor es fuerza, es ímpetu, desborda, inunda todo y es Dios quien toma la iniciativa y nos hace surgir ese amor que nos lleva a responderle también con amor. El silencio que guarda Dios no es porque se desinterese de nosotros –comenta-  sino que guarda silencio porque quiere que nosotros nos sintamos también protagonistas, parte de su obra –cita- ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros…’

Con ello, Dios nos quiere vincular, comprometer, proponer el Reino de Dios, ‘es una propuesta de amor para con nosotros’, no impone. La relación con Dios no es por obligación, es que Dios está conmigo y esta situación la asumimos juntos  -las palabras de Santa Teresa- …” al que Dios tiene, nada le falta, solo Dios basta”. La presencia de Dios nos da fortaleza . El texto recomendado para meditar: Mt 26, 35-45. Y la pregunta: ¿Cómo puedes integrar tu libertad al Plan de Dios?

Cuando en el último Encuentro  se fueron exponiendo lo que había supuesto la participación en el Retiro, como podéis suponer, todos comentamos lo beneficioso que había resultado la experiencia, en todos los aspectos, espiritual y material, lo que había supuesto el silencio exterior e interior, la ayuda que nos proporcionó hacer el recorrido de nuestra fe en las distintas etapas propuestas. El poder participar en la vida monástica y conocer de cerca cómo es, qué hacen, quiénes son…, el disfrutar de sus espacios, instalaciones…  Y las vivencias ‘fuertes’ ‘duras’ que tuvieron a bien compartir con nosotros Aurora y Pepita nos insuflaron deseos de ser más agradecidos por todas las oportunidades que Dios nos proporciona.

Jose Alfredo cerró el Encuentro, invitando a participar en la vida de la Parroquia y en la próxima celebración del 50º Aniversario.

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